Vivimos en una época en la que la violencia, es un tema que escuchamos todos los días. Siempre que leemos el periódico o que vemos la televisión nos enteramos de casos nuevos de agresión, maltrato e incluso muertes. Si bien es cierto, muchas veces vemos las cosas y nunca imaginamos que nos puedan pasar, o que podríamos llegar a vivirla de cerca.
¿Pero realmente sabemos que es la violencia o que tipos hay? Aunque no lo creamos, la violencia la vivimos día con día, pero no nos percatamos de este hecho porque no le damos importancia a esas pequeñas situaciones; además, de que no la vemos a los niveles que nos muestran los medios de comunicación. Con el simple hecho de no hacerle caso a alguien o decirle algo ofensivo, estamos siendo violentos contra esa persona.
Normalmente, cuando escuchamos la palabra violencia, siempre la relacionamos con el maltrato físico, psicológico y en ocasiones la llegamos a relacionar con el abuso sexual. Pero en verdad, el ser violento, constituye un problema psicológico que todos tenemos, pero a diferentes grados. De manera que con cualquier mínimo detalle podemos llegar a atentar contra los derechos fundamentales de los demás.
La violencia la podemos ver mucho dentro del núcleo familiar, a esto se le conoce como violencia intrafamiliar. Unos de los principales factores que tiene este tipo de agresión es el maltrato infantil. Este no tiene límites sociales, culturales, ideológicos o geográficos. Se trata de un fenómeno cuyos rasgos varían dependiendo de la posición económica, educación, grupo étnico, genero, edad, valores y creencias de un grupo social específico.
El maltrato infantil ha ido incrementando de forma alarmante en los últimos diez años en todos los niveles económicos y sociales, tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo. Aún cuando no se tienen cifras exactas, la presencia de este hecho se hace cada vez más evidente en todos los países del mundo.
Muchos niños, se ven envueltos en situaciones en las que los adultos toman ventajas sobre ellos, de tal manera que terminan creciendo en ambientes llenos de problemas e inestabilidad familiar. Pero, no necesariamente tienen que estar violentándolos directamente para que se vean afectados, con el simple hecho de vivir en un ambiente tan hostil, ellos comienzan a manifestar conductas similares a las de los agresores.
El maltrato a menores no es un problema nuevo, ha existido desde tiempos de Aristóteles e incluso antes; pero con el paso del tiempo ha ido creciendo en gran medida el número de afectados. En América Latina, son casi 6 millones de niños, niñas y jóvenes los que sufren algún tipo de agresión severa, y según la UNICEF alrededor de 80 mil fallecen cada año debido a la violencia que viven en sus hogares.
La violencia física, normalmente se da porque los padres o quienes crían a los niños confunden el uso de golpes con la firmeza que deben tener para hacerlos entender. También se dan por reacciones que tienen los adultos hacia las cosas que hacen los niños o simplemente porque son lo primero que ven y con lo que desquitan sus frustraciones.
México es considerado uno de los países más violentos del mundo, lo cual repercute negativamente para los niños y jóvenes. En nuestro país se tiene un alto nivel de tolerancia al maltrato de menores, por lo cual podemos observar dentro de nuestra comunidad que es muy común imponer a los niños castigos, que en ocasiones, implican situaciones que restringen sus derechos fundamentales.
Los principales lugares donde se da la violencia, tanto física como psicológica, son en las escuelas y en los hogares. En las escuelas, por parte de los profesores, como por ejemplo cuando le dicen a un niño que son “burros” porque no saben o no comprenden bien las cosas. Y en el hogar, los padres u otros familiares, abusan de su poder y dañan al menor.
La violencia física, es algo de lo que solemos asombrarnos más porque es algo muy visible. Pero la realidad es que siempre estamos a merced de la violencia psicológica, aunque muchas veces no le damos la importancia que deberíamos. Siempre decimos o hacemos algo que afecta a los demás, y los dañamos psicológicamente sin que nos demos cuenta de lo que hacemos.
Otra manera de fomentar la violencia psicológica que nos parece un tanto absurda, es con los apodos. Aunque no nos demos cuenta, los pequeños se sienten relegados de la sociedad, haciendo que su autoestima baje y en ocasiones lleguen a consumir drogas o a tener conductas agresivas al relacionarse con otras personas.
En la República Mexicana, a principios del 2008, se notificaron alrededor de 20 mil menores que son víctimas de explotación sexual, y de estos el 25% se encuentra en el Distrito Federal. Con esto el país se ha ganado el lugar número 28 a nivel mundial y el 5to a nivel Latinoamérica en explotación sexual de menores.
En nuestro país las principales ciudades con mayor índice de explotación sexual de niños y jóvenes son: Tijuana, Baja California; Distrito Federal; Ciudad Juárez, Chihuahua; Tapachula, Chiapas; Guadalajara, Jalisco; Acapulco, Guerrero; Cancún, Quintana Roo y Los Cabos, Baja California Sur.
Como nos podemos dar cuenta, estamos expuestos a situaciones cotidianas en las que podemos afectar a muchos niños sin darnos cuenta. Es por ello que debemos de ser conscientes de lo que hacemos y decimos, porque no sabemos de qué manera podemos perjudicarlos.
Debemos tomar precauciones sin llegar a los extremos, porque no sabemos el daño que puede acarrear a ese niño cuando crezca, o qué impacto tendrá durante su desarrollo dentro de la sociedad. Esto no significa que debemos ser condescendientes en lo que respecta a ellos, pero si debemos pensar en los efectos colaterales que tienen todas nuestras acciones.